José Manuel, desde cuando tenía cuatro años de edad, todos los días acompañaba a su hermana mayor al páramo para pastar a la manada de borregos; para ellos no habían Sábados, Domingos ni días festivos. Se levantaban muy temprano, antes que el sol asomara brillando entre las montañas lejanas de su Comunidad. En las madrugadas, su madre les preparaba la acostumbrada tonga integrada de tostado, máchica y unos trozos de panela que depositados en las shigras de lana de borrego, las llevaban colgadas en el hombro bajo el poncho o la bayeta para mantenerlas abrigadas hasta el momento de saciar el hambre en el frío intenso del páramo. Luego de desayunar, presurosamente se dirigían al corral para hacerles despertar, en unos casos o hacerles levantar a algunos borregos perezosos. Nunca dejaron de acompañar a los pastores los dos perros blancos, que aunque lánguidos y flacos no dejaron de ser fieles y de disfrutar de las largas caminatas ayudando a arrear ordenadamente a la manada que de vez en cuando algunos se salían del grupo para tomar unos bocados de hierba tierna a la orilla del chaquiñán.
Un cierto día, en el crudo invierno del páramo, el sol no se dejó ver debido a la copiosa neblina que cubría el ambiente. A pocos centímetros no se podían divisar a los borregos. El frío era mas intenso que nunca. El papa cara caía con tal intensidad que partía sin compasión la tez de los curtidos rostros de los pastores. Los fieles compañeros de los jóvenes campesinos lograron acurrucarse en un hueco que hicieron rascando entre la paja del páramo. Junto a ellos se encogieron los pastores para aprovechar el abrigo que aunque mal oliente de perros mojados, les servía para mantenerse con calor en tan intensa helada.
Habían pasado varias e interminables horas de tan frío helado, de intensa oscuridad y de terror provocado por los rayos y los truenos que dominaban al gran pajonal. Los borregos no se doblegaban ante la inclemencia climática, disfrutaban del pasto tierno que encontraban entre las plantas de chuquiragua. De vez en cuando se sacudían para botar el agua que se quedaba encharcada en la lana y muchos de ellos retozaban aprovechando que los perros estaban escampando junto a sus pastores.
José Manuel se había quedado profundamente dormido, a tal punto que no sintió el abandono de su hermana y de sus dos fieles amigos que de regreso por el resbaladizo camino llevaron a la manada rumbo al guatana al caer las sombras de la noche.
A media noche, el pastor se despertó debido al hambre, había escampado y la luna brillaba con intensidad a tal punto que podía divisar el horizonte. Las estrellas eran cada vez más numerosas, de vez en cuando escuchaba el croar de algunos sapos y a lo lejos divisaba algún relámpago que adornaba la espléndida noche en el pajonal. No sintió frío ni temor alguno, pues estuvo bien acompañado, es más, se sintió muy bien cobijado por una sedosa y delicada cobija que nunca antes había experimentado. Al momento en que intentó incorporarse, José Manuel sintió una caricia muy delicada en su rostro curtido por el frio del páramo y escuchó a la par una voz que le susurraba al oído ..... No temas José Manuel . . . . Tu hermana, tus dos perros y los borregos están a salvo, llegaron de vuelta al corral . . . esta noche no escucharás el aullido de los lobos hambrientos. . . . ellos ya saciaron el hambre con los descuidados conejitos que saltarines jugaban a las escondidas entre las plantas de la paja del páramo . . . . . El Sacha runa tampoco saldrá del socavón del miedo a los truenos. Al escuchar esta narración José Manuel experimentó una aguda curiosidad . . . deseaba saber quien la acompañaba. . . quien la protegía . . . . Quien la susurraba . . . y por mas que abría sus ojos no podía divisarla, únicamente sentía su calor, su presencia, un aroma muy especial, era la llama encantadora que estaba junto a el, aquella dulce llamita que, cuando caía con mas intensidad la lluvia, con un fuerte soplo la alejaba para evitar que José Manuel se mojara. Así la protegió durante todo el pertinaz aguacero de las alturas.
La llama encantadora continuó con su agradable platica, mientras que José Manuel la atendía con mucha atención . . . le contó que el planeta tierra estaba en riesgo a consecuencia de la destrucción de los bosques, de la contaminación del aire y del agua causada por la industrialización, por las malas prácticas agrícolas, por el uso indebido de pesticidas, por la quema del pajonal, por la presencia de plásticos en la tierra que no se descomponen a pesar del paso del tiempo, por el egoísmo de los hombres que desean sacar el máximo provecho de la pacha mama sin importarles que hay muchos seres que habitan y se alimentan de lo que la madre tierra produce.
A la hora acostumbrada de levantarse, José Manuel experimentó un agradable olor a leche, era su desayuno que la llama encantadora le ofrecía y que él la complementó con unos granos de maíz tostado que le sobraba en su shigra de lana de borrego.
Al momento en que José Manuel salió de su guarida, con asombro observó a un hermoso animal que vestido de un color café claro, le insinuaba a que la acompañara por el chaquiñán que conducía a la conocida yacu pamba o pampa del agua, que era un lugar poco frecuentado por los pastores y sus rebaños. Sin dudar un solo instante, él se acercó a la llama encantadora, la acarició su frente blanca, la tocó todas y cada una de las partes de su cuerpo, con asombro palpo la sedosidad de su pelo y volvió a experimentar el olor mientras estuvo en su guarida durante la noche. En ese momento comprendió que era ella quien la acompañó y la protegió mientras dormía en el frío y húmedo pajonal. Con afecto, él la preguntó. . . cómo te llamas . . . . en donde vives. . . . qué haces tan temprano en el pajonal . . . . tienes familia . . . . quien es tu dueño.. . . . . . Mientras le seguía preguntando, la llama continuaba con su caminata a la par que iba respondiendo a cada una de sus inquietudes.
La llama también le contó que tenía muchos parientes cercanos y lejanos. . . . que algunos se llamaban vicuñas, otros alpacas y camellos, que pertenecían a la familia de los camélidos, que tenían diferentes tamaños y tonalidades en su pelaje y que éste servía para tejer hermosas prendas de vestir, que eran muy abrigadas en el frío y muy frescas en horas de calor, que ella se llamaba llama y que vivían especialmente en los páramos andinos, que muchos estaban en peligro de extinción. Le contó que ellas no destruían el ambiente, que no provocaban la erosión de la tierra debido a que en la planta de sus cuatro patas tenían una especie de esponja para amortiguar el peso de su cuerpo. Le contó que sus excrementos servían para abonar el suelo., que se podía también utilizar cuando seca para quemar en vez de leña . . . . . Cuando llegaron a yacu pamba, la llama encantadora se dirigió a la manada de sus parientes para presentarles a su amigo José Manuel. Eran muchas llamas de diferentes edades y tamaños, habían machos y hembras, pocos recién nacidos, todas y todos estaban alegres disfrutando de la copiosa hierba tierna que crecía en esa pampa bajo el amparo del urcu rumi en donde anidaban cóndores como dueños legítimos de la montaña.
José Manuel se quedo sorprendido al escuchar de la llama encantadora la noticia de que esa manada le correspondía por derecho y por herencia de sus ancestros y se comprometió a cuidarlas y protegerlas. . . a repartir una pareja a cada familia en las comunidades cercanas y lejanas, a buscar mas llamingueros para capacitarles en el cuidado y la alimentación, en el control de las enfermedades, en la industrialización y la comercialización de la lana, en la organización del turismo ecológico, para que gentes de las ciudades y de otros países vinieran a conocer el mundo interno y externo de la llamas andinas
que tipo de narracidor
ResponderEliminarCuál es el autor del cuento ??
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